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Profesor

Genaro

Febrero 28, 2019.

El profe Genaro y sus postres del saber.

Con el tiempo,

ha logrado perfeccionar su arte y, a sus 66 años, presume de conocer técnicas de compleja elaboración 

Genaro Raymundo Sánchez Liceaga cocina diariamente una dulce mezcla; por la mañana prepara sus postres y en la tarde-noche endulza el paladar de sus clientes con la venta de los mismos, al tiempo que auxilia a estudiantes de nivel primaria y hasta licenciatura con clases de regularización académica para aprobar materias o acreditar tormentosos exámenes.

El garaje de su casa ubicada en el número 372 de la calle Sur 81, en la Colonia Lorenzo Boturini de la Ciudad de México, es donde confluyen flanes acaramelados e historia universal, arroz con leche y ciencias sociales, jiricayas con literatura, y gelatinas de sabores con matemáticas. A lo largo y ancho, el espacio ha sido adaptado para realizar ambas actividades.

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La cochera cuenta con un antiguo refrigerador para cuajar gelatina y postres, una alacena que resguarda todo tipo de saborizantes y utensilios de cocina, y un pequeño pizarrón empotrado a la pared, junto al estante que contiene la biblioteca personal de Genaro, con un centenar de guías de estudio, libros de algebra, geometría, literatura universal, catecismo, textos jurídicos y un preciado engargolado de agradecimientos: dibujos hechos por algunos de los 10 mil alumnos que han tomado clase en este sitio.

 

Mientras que en la parte académica “el profe Genaro”, como lo conocen sus vecinos, tiene estudios de actuaría en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México y de Ciencias Políticas y Administración Pública en la Universidad Iberoamericana, en el arte de la repostería es también un experto.

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Ha sido repostero desde su infancia, aprendió el oficio de sus abuelas. Una era vendedora de gelatinas en la colonia Moctezuma; la otra, vendía dulces en el mercado de la Merced, hacía dulce cubierto, cocadas, calabazas y camotes. Genaro continuó la tradición familiar junto con su madre años después, un local ubicado en el Mercado de Jamaica.

 

Con el tiempo, ha logrado perfeccionar su arte y, a sus 66 años, presume de conocer técnicas de compleja elaboración para preparar grandes postres como el “picón” y el turrón.

Estas credenciales, hoy le permiten ofrecer productos de calidad a un costo accesible. El profe coloca sus postres diariamente a las 6 de la tarde, en una sencilla e impecable vitrina en el zaguán de su casa, donde recibe también a estudiantes a los que llama “campeones”, con intención de reconocer su esfuerzo por estudiar y, además de impartirles materias, los motiva y les otorga la confianza que en ocasiones no tienen en con sus padres o profesores de escuela.

“No se le puede exigir a quien no se le enseña bien”

El profe Genaro analiza las fallas en el sistema educativo de México y resuelve que los graves problemas en la educación se deben a los cambios constantes en el sistema y la falta de seguimiento en ellos, además de la ausencia de continuidad entre cada nivel escolar.

 

En su opinión, no existe la suficiente comunicación entre profesores para retroalimentarse sobre las fortalezas y debilidades de cada alumno y así, seguir una sola línea de aprendizaje.

 

Por último, señala que existe un desinterés por parte de los padres de familia por participar en la realización de tareas. “No se le puede exigir a quien no se le enseña bien”, asegura el profesor y expresa que tampoco existe suficiente confianza de los maestros hacia los alumnos, ni comunicación fluida entre ambos para evitar fricciones innecesarias que pudieran entorpecer el aprendizaje.

La vida como una constante maestra

El profe considera la vida como “una oportunidad para compartir todas sus bondades”

Genaro expresa que en más de 6 décadas de vida ha tenido alti-bajos considerables, como en el año 2000, cuando enfermó de cirrosis. Sin embargo, lejos de sufrir por su enfermedad, sigue disfrutando cada momento con lo que más disfruta hacer: postres y enseñar.

 

El profe considera la vida como “una oportunidad para compartir todas sus bondades” y reconoce las grandes satisfacciones que le ha dado, como compartir sus actividades con “Tobias”, un periquito que ha sido su fiel compañero y que, a pesar de sus alas cortas, ha llegado a volar hasta la parte más alta del poste que se encuentra a las afueras de su hogar, como sus alumnos que, gracias a sus enseñanzas, también han echado a volar lejos.

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Maestro de vocación, no hace ningún tipo de anuncio ni publicidad sobre sus clases, pues asegura que los alumnos se los manda Dios y él los instruye con gusto. No busca mayores retribuciones que aquellos recuerdos felices como aquel beso en la frente que le dio la mamá de un alumno suyo por haberle ayudado a acreditar un examen.

 

Genaro comparte su alegría de ser entrevistado por primera vez en su vida y agradece de corazón a Cuéntame Bien por la oportunidad. Tiene miles de historias que lleva en el corazón, como a sus alumnos y cada circunstancia vivida. Fiel a sus creencias, dedica una oración mensual para pedir a Dios por él y por ellos, cada que los recuerda, su voz se entrecorta y conmovido, escapa una lágrima de sus ojos azules.

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